domingo, 29 de agosto de 2010

ME CAI DEL M UNDO Y NO SÉ POR DONDE SE ENTRA !!!!!! Eduardo Galeano

Me caí del mundo y no sé por donde se entra...

Eduardo Galeano, periodista y escritor Uruguayo
(Para mayores de 30)

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco..

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.

¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables!

¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!

¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!

¡Es más!
¡Se compraban para la vida de los que venían después!
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.

¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!
¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años!
Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor.. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'.Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado . Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios.

Mi cabeza no resiste tanto.

Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.

Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo,pegatina en el cabello y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.

Eduardo Galeano

martes, 3 de agosto de 2010

UN DÍA CON MI NIETA SOFÍA !!!!! Marciano Durand (uruguayo)




Nietos de ‘ahora’…, abuelos de ‘antes….

Disfruten de este escrito y…, tambien de los nietos…!!! !

Un día con mi nieta Sofía

Mañana te dejo a tu nieta por un rato -dijo muy suelta de lengua mi hija.
Y me lo dijo así, como si yo hubiera parido una nieta y me la vinieran a devolver. No es que me moleste, más bien me muero por ella pero… ¿así?…¿cómo si yo hubiera abandonado a algún niño en una canasta?
Me la trajo tempranito envuelta en camperas, bufandas, guantes, gorras y todas esas cosas que les ponen las madres a nuestros nietos y que nosotros les poníamos a ellas y ahora nos damos cuenta de que era un disparate.
No hay como cambiar de lugar del mostrador para avivarse de algunas cosas. – No me le des chicles que el dentista lo pago yo, ni Coca Cola, nada con colorante, fijate la fecha de vencimiento de lo que le das, que no se desabrigue que acá adentro está muy frío, si ves que transpira sacale el gorro, que no coma chupetines porque se ensucia y con esta lluvia no se me seca la ropa con nada, si van a salir, tapale bien la boca, si se aburre, en la mochila trajo unos jueguitos para la playestation -dijo cerrando la puerta y continuó dando órdenes por el pasillo. - Sí, mi amor, tengo un chicle de banana, y para después tengo un chupa chup de cocacola. – Siéntese por acá que le voy a enseñar a jugar al ludo, ya tiene cuatro años y tendría que saber. Usted juega con las fichitas rojas, si saca seis…, no, mi amor, el dado no se tira así, ¿su mamá no le explicó que no gana el que lo tira más lejos?

Ya van tres veces que tengo que correr la heladera para sacar el dado.
¿No le gusta el ludo mi amor? ¡¡¿Ya se aburrió del ludo mi amor?!!
Bueno…, le voy a enseñar a jugar al robo montón… Si tiene una sota…, la sota es la señora de… ¿tampoco le gusta? Entonces de la escoba de quince ni hablamos ¿no? Mijita…, yo a su edad jugaba con tres palillos de ropa y dos chapitas durante horas y horas y usted ya me cambió de juego tres veces en dos minutos. ¿Sabe una cosa? Nos vamos a las hamacas y al arenero ¿Cómo que su madre la reta si se ensucia con arena? En la esquina nomás le saqué la bufanda, losguantes, el abrigo y todo lo que le había puesto la madre para que se moviera poco. ¡Ay Sofía! ¡Faltó que le pusieran un ombliguero nada más! Pise…, pise ese charco…, déle, déle que nadie nos ve. Sí, agarre ese palito y vaya pasándolo por la pared y por las rejas…, dele…, que yo lo hacía y no me morí…., patee esa lata…, pise solo las baldosas blancas…, gire alrededor de esa columna…, corte esa flor para llevarle a su madre…, no pise la sombra…, déle…, tírele una piedra a ese perro que se quiere comer al abuelo…, cuélguese de esa rama que está bajita…

¿Al shopping? ¡¡¿¿¿AL SHOPPING???! !! ¡Noooooo! ¡¡Nuncaaaaa!!
¡¡Yo a ese antro de perdición no entro aunque me lo pida mi nieta!!!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Buenas tardes… ¿Ropería tienen…? Ah…, bueno.
Metí el mate y el termo en la matera porque no tenía claro si dejan tomar mate en el shopping. Cargué con la ropa que le había sacado a Sofía y le agregué mi campera porque había 15 grados de diferencia entre la placita y ese lugar maldito. Mi nieta empezó a moverse como si hubiera nacido allí.
Yo estudiaba cada paso que daba por temor a equivocarme. Sofía llamó por el nombre de pila a la vendedora de pororó y me hizo comprarle una caja de las grandes. Cuando yo estaba pagando enfiló corriendo para la escalera mecánica y a mí casi me da un ataqu Corrí lo más rápido que pude cargando conla ropa, la matera, desparramando el pororó por el piso al grito de: ¡¡Sofíaaaa!!!! ¡¡¡¡Cuidadooooo, esa escalera te puede mataaaar!!!! !!Detengan a esa niñaaa!!! ¡¡Paren la escalera!!!! ¡¡Se va a tragar a minieta!!! ! ¡¡¡Alguien que pare la escaleraaaa! !!
Un guardia de seguridad me quiso llevar detenido mientras mi nieta me hacía adiós con su manita abierta subiendo lentamente hacia la zona de restaurantes. Regresó solita por la otra escalera y le explicó al guardia que yo era su abuelo y que me había traído al shopping.

?Es mi abuelo, nos vamos al cine Pablo?.- ¿De Walt Disney dan alguna? -pregunté a una chica igualita a la que me dijo que no había guardarropa .Seguro que ya se lo habían preguntado muchas veces, porque se rió y me miró como diciéndome… ?No, de Walt Disney hoy no damos?. No habíamos dado ni tres pasos cuando tuve que comprar otra caja de pororó y dos vasos de Pepsi de los grandes. Nunca pensé que podría ser tan largo el recorrido hasta la butaca. Le pedí a minieta que se agarrara de mi campera porque me quedé sin manos para ella. Un vaso llenito hasta el borde en cada mano, la caja de pororó llevada con los dientes, la matera colgada, losguantes, la bufanda, las camperas y la gorra sobre mis brazos a modo de un bebé. Cuando vi el escalón a lo oscuro, mi instinto de abuelo no consiguió frenarse y grité:- ?¡Cuidadooo Sofía!? Cualquier idiota sabe que cuando uno abre la boca para hablar se le cae lo que esté agarrando con los dientes. Yo también lo sabía, pero mi cabeza piensa más lento que mi corazón. De cualquier manera lo que más me molestó fue la risita de algunos padres piolas, la patada que me dio el tipo al que bañé con pororó y los insultos de la señora que limpia.
El resto, bien.


Necesité diez minutos más para acomodar en la oscuridad todo lo que había llevado al santo botón. Abuelo… -dijo casi en secreto mi nieta – ¿no quedó pop? - ¿Pochoclo? ?le pregunté. – ¿Pocho qué?- dijo mi nieta y tuve que ir a buscar más Como no me animé a dejarla sola en lo oscuro y como vi a un par de nenes con cara de delincuentes sentados allí cerquita, resolví agarrar todas las cosas (incluyendo aSofía) y repetir la operación otra vez.
Tomé un trago bien grande de ambos vasos para que no se me volcara y allá fuimos otra vez de excursión. Nos perdimos el principio de la película.
Esta ya la vi, abuelo -dijo mi nieta con absoluta seguridad. – ¿Cómo que ya la vio?!! ¡Es Robot!! ¡Es un estreno - Ya la vi abuelo. ¡El papá de una compañerita del colegio las baja por Internet.- Bueno, mi amor, no importa…, vamos a verla otro poquito que me gasté 250 pesos en las entradas. – Ahora ese robot se va a desarmar…, ¿viste abuelo? Ahora agarra su cabeza con la mano. ¡Te lo dije! ¡Vamos a los jueguitos, abuelo, vamos a los jueguitos! ¡No, no y no! No es que me molesten las maquinitas, directamente las odio. No puedo ver como pasan horas y horas enfrente a las pantallas donde se cruzan autos o aparecen monstruos disparando. - No mi amor, discúlpeme, pero eso es lo último que haría.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

¿Me das 4 fichas, por favor? -le dije a una chica igualita a la que vendía Pepsi, pochoclo y entradas de cine. El ruido me perforó los oídos…, en una máquina un tipo tiraba con una ametralladora hacia una pantalla y el que parecía su hijo se le colgaba de los pantalones llorando para que le dejara hacer un tirito. En otra máquina un niño de 8 o 9 años trataba de embocar una pelota de básquetbol en un aro, le pregunté por que no iba a la placita y me dijo algo de mi mamá. Dos niños que parecían sus hermanitos lo aguardaban en unos changuitos. Les pregunté por la madre y me dijeron que estaba al lado, en las maquinitas para grandes. Contra el pool, cuatro niños de 10 o 12 años pasaban tiza a los tacos y solo faltaba el humo de los puchos subiendo hacia la luz tenue que se balanceaba sobre el paño azul.
No pude encontrar ningún juego para mi nieta, así que dejé más de 200 pesos en fichas tratando de agarrar con una pinza unos ositos de peluche que no salían más de 30 pesos. No es lo mío…, no consigo coordinar en ese juego, cuando quiero abrir la pinza, suelto la campera. Cuando quiero largar la pinza tiro la matera.

Sofía por suerte sacó un caballito azul y me lo regaló - Dale abuelo -me dijo – llevame a comer algo, tengo hambre – Bien…, seguro que a la vuelta encontramos un frankfrutero. – No, abuelo, llevame a Mac Donald?s. - ¡Nooooooo! ¡No, no, no y no! Nunca entraré a ese lugar en que muelen desperdicios y los transforman en comida, cortan pedacitos de plástico los ponen en bolsitas de papas fritas ¡Noooo! ¡Ni siquiera por vos, Sofía! - Un happy meal, sin ketchup, sin queso y una coca -le dije a una chica igualita de la del cine, las maquinitas y el pororó… – No -me contestó- a Sofía le gusta con queso. ¿Y para usted? - Ehhh…, un chorizo con picantina, hongos y criolla. Algo que no entendí pasó en ese momento, porque se rió igual que la de Walt Disney y me dio solo el pedido de Sofía. Mi pequeña ?nieta zapping? no había terminado de comer cuando se metió en el pelotero y en unos tubos enormes junto a una manga de foraj… de niños que disfrutaban del sábado. Cargado de mi equipaje, más los jueguitos que traía la cajita y el caballito azul me asomaba de a ratos a unas ventanitas de vidrio en las alturas para ver si todavía respiraba. Dos veces me tuve que meter en los tubos (sin largar la ropa) porque Sofita no se animaba a tirarse.


¿Qué le parece si nos vamos? El abuelo está cansado, con frío y transpirando.- ¿Al baño? ¿No aguanta hasta llegar? Yo temía este momento, sabía que me podía pasar. - Sofiita, escúcheme un poquito, mi amor, yo no puedo entrar al baño de las niñas, aguántese hasta llegar.- No, abuelo -me dijo- no aguanto más. - Bien…, ¿qué va a hacer en el baño? -pregunté y me preparé para la peor respuesta.- Caca, abuelito.
Volvimos al shoping y cuando nadie me vio me metí en el baño de las mujeres y me escondí atrás de una puerta esperando que mi nieta me avisara. - Ya está abuelo, limpiáme -gritó mi nieta.- Voy Sofiita – le dije y me topé con una vieja que salía subiéndose la bombacha desde una de las puertas. Lo que siguió fue muy triste, me golpeó fuerte con un paraguas al grito de de-ge-ne-ra- do. Así, una sílaba, un golpe de paraguas: ¡De-ge-ne-ra- do!! Y me pegó hasta que llegó el guardia que por radio pidió ayuda a sus compañeros. Ayuda precisaba yo.

Mi nieta se la tuvo que arreglar sola una vez más y mientras se acomodaba el pantalón les dijo:


Es mi abuelo otra vez Pablo…, ya me lo llevo.

Marciano Durand
escritor uruguayo

EL TÍO !!!!! FRANZ KAFKA

(....) El tío cauteloso en todo, recomendó a Karl que por el momento no se preocupara demasiado por lo más insignificante.En realidad él debía examinar y contemplarlo todo, pero sin dejarse llevar por ls cosas.Los primeros días de un europeo en América se podían comparar a un nacimiento y aunque uno se habituaba- Karl no tenía porqué tener tantos temores - más rápido que cuando se viene del más allá del mundo humano, sin embargo era necesario considerar que los primeros juicios que uno se forma siempre se sostienen sobre pies demasiado débiles, y no tenía que consentir que quizá todos los juicios futuros, con cuya ayuda uno deseaba seguir allí de todos modos, se le desordenarán por esa causa.
Él mismo había conocido a recién llegados que, por ejemplo, en vez de actuar según esos principios, habían estado días enteros en sus balcones, mirando la calle como corderos extraviados. ¡Tal actitud no podía menos que llegar a confundir! Esa solitaria inactividad que, fascinada por un laborioso día neoyorquino, se podía permitir a quien estuviera viajando por placer, y quizá no sin reservas, era incluso aconsejable en ese caso; pero para quién iba a quedarse era la perdición; esa era la palabra adecuada para el caso y se la podía usar con toda tranquilidad, aunque fuese una exageración. (...)


Les gusto? Este relato completo lo encontramos en el libro "América" de Franz Kafka