sábado, 2 de marzo de 2013

EL BARBERO DE ANTAÑO!!! 1804 - 1830 Isidoro de María

De Montevideo Antiguo

 - mi barbero era una alhaja, hablantín como todos los barberos, pero listo y divertido como ninguno. Con decir que era hijo de la tierra de María Santísima, basta - solía decir antaño un parroquiano de la barbería de la calle San Pedro, a la vuelta del Reñidero de Gallos, que acostumbraba ir a hacerse la barba y hechar, cuando se ofrecía, una cana al aire con el barbero. a eso le contestaba otro parroquiano de la barbería del tío Pepe: - Pues el mío no se queda atrás en es9o de darle a la sin hueso mientras enjabona, asienta la navaja en su asentador de cuarta y media, y lo mantiene a uno con la bacía al cuello, enclavado en el sillón de vaqueta.
para chascarrillos, cuentos verdes y chismografía del barrio, se pinta solo. Mire usted. es un lince que todo lo pispa, una gaceta andante, que todo losabe, lo mismo que la partera, el Padre Guardián, o la Montañesa, que de las cosas de Bonaparte. Es entretenido y gana bien el real de afeite.
Vamos que el hombre entiende del oficio, y el pardillo Justo, que tiene de ayudante de navaja, no se queda atrás. A fe que tiene bien enseñado al muchachón.
Vea usted: cuando en ausencia del patrón me hace la barba me conversa por siete, mientras le da al jabón, y agua va y viene de la bacía haciendo espuma hasta las narices y refriega la barba. Una vez preguntele: - 2¿Por qué tanta lengua al enjabonar?" - -"Señor - contestome el muy ladino - , porque así entretengo y se remoja bien la barba, para correr mejor la navaja". De tal maestro, tal discípulo.
Pues señor, tantico más o menos, todos los del oficio eran cortados por la misma tijera. Barbero sin chistar, y mujer sin pico, decía el andaluz, échese usted a buscarlo.
Bien puede ser así, pero no seré yo, que no soy y andaluz, quien lo diga; no por él, sino por ellas, aunque Napoleón dijera que el mejor adorno de la mujer era el silencio, como si el gran capitán del siglo hubiera querido dar a entender con el dicho, que el pico no les sentaba bien. Cosas de Bonaparte, En todo caso lo que yo diría es: barbero mudo, tienda sin parroquianos. Eso sería bueno para el barbero de sí propio, como mi buen abuelo, que estando en su afeite dándole a la navaja, Dios libre de conversar, ni que le contasen historia, por temor a algún tajillo.
Barberos hubo, y barberos hay, y algunos de la flor de envido; pero venga uno a saber con certeza desde cuándo los hubo en la tierra, aunque sea de suponer que nuestro padre Adán tendría patillas y no sabemos como haría para afeitarlas, si quería parecer buen mozo.
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Para eso nuestros charrúas y minuanes, que no necesitaban barbero, porque lo que les sobraba de pelo en las melenas, les faltaba de barba en la anchota cara lampiña.
Y niegue cualquiera la ventaja de ser lampiño, que no necesita navaja ni barbero; aunque si todos lo fueran, mal negocio para el pobre barbero.

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hasta el año 16 eran pocos los barberos que había aquí, y contaditas las barberías de aspecto de aspecto tan lucido como pueden ustedes figurarse de un cuarto a la calle, con una bacía de lata colgada de seña a la puerta, y una cortinita de zaraza de tapapuerta, dos o tres sillas de vaqueta, un lavatorio de morondanga, un espejito, un paño colgado, la bacía, el jabón, las navajas , las tijeras, el peine, un pocillo de pomada, un par de pañitos para limpiar la navaja, la piedrita de afilar, un asentador mayúsculo, otro palo de pita, y algún otro cachivache.
Con tales elementos, por lo común debían ser como a pedir de boca en las barberías de antaño. Pero los pobres barberos, incluso el del hospital, hacían por la riña, pues a falta de parroquianos y de alguna muela que sacar, aunque fuese con carrillo y todo, se entretenían en hacer sus cigarrillos y matar el tiempo charlando con el vecino.

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